Inauguración del Año Jubilar Mariano

El 15 de junio de 1993 marcó un momento histórico para la ciudad de Madrid, pues supuso la incorporación de nuestra ciudad al elenco de capitales que poseían una Catedral como edifico más emblemático. Este hecho tan importante vino remarcado a su vez por ser el Papa San Juan Pablo II quien celebró el acto de dedicación y consagración de la Catedral, bajo la advocación de Nuestra Señora la Real de la Almudena.

Apertura de la puerta por el Cardenal Osoro

Veinticinco años después, en la tarde del 15 de junio de 2018, y coincidiendo con el fin de los trabajos del Plan Diocesano de Evangelización, el Cardenal-Arzobispo Don Carlos Osoro presidió la solemne celebración del  vigésimo quinto aniversario de aquel acontecimiento y la apertura del Año Jubilar Mariano que Su Santidad el Papa Francisco ha concedido a la catedral madrileña con motivo de dicha efeméride. Junto al Cardenal Osoro concelebraron el arzobispo emérito de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela; el Arzobispo Emérito de Sevilla, Cardenal  Carlos Amigo; los Obispos de la Provincia Eclesiástica; los cuatro obispos auxiliares de Madrid; el Nuncio de Su Santidad en Irak y Jordania, Alberto Ortega; el Nuncio en España, Renzo Fratini; el Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo; vicarios episcopales; Cabildo Catedral y numerosos presbíteros.

Apertura puerta por el Cardenal Osoro

La celebración comenzó con el toque de las trompetas a cargo de los Heraldos del Evangelio, señalando el momento de apertura de la puerta principal de la Catedral, invitándonos a penetrar en su interior para disponernos a recibir el alimento celestial.  Tras la procesión de entrada, dio comienzo la solemne Eucaristía de acción de gracias y de apertura del Año Jubilar Mariano, ambientada musicalmente por el Coro de la Catedral.

En su homilía, el Cardenal-Arzobispo Don Carlos Osoro nos exhortó a convertirnos en discípulos misioneros siguiendo el inestimable ejemplo de la Santísima Virgen María.

Heraldos del Evangelio Año Jubilar

Antes de la conclusión de la Santa Misa, el secretario-canciller del Arzobispado dio lectura al decreto de la Penientenciaría Apostólica para este Año Jubilar, seguido del canto del himno a Nuestra Señora de la Almudena, de la recitación de la oración compuesta por el Papa San Juan Pablo II para el día de la dedicación y finalizando con la Bendición Apostólica impartida a todos los presentes.

La procesión de salida se acompañó con el canto del himno de este Año Jubilar Mariano que nos invita a todos  a ganar la indulgencia plenaria peregrinando a la Catedral de Madrid cumpliendo las correspondientes condiciones. Dirijámonos pues con humildad y alegría a los brazos de Nuestro Padre de la mano de la Santísima Virgen, protagonista de este año de gracia. Siguiéndola a Ella y acogiéndola en nuestro corazón, descubriremos la manera de hacer presente a Nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean.

Fotos: Archimadrid.es / José Luis Bonaño

Fuente: http://www.heraldosdelevangelio.com/inauguracion-del-ano-jubilar-mariano/#more-253

San Irineo






Pacificador de nombre y de hecho (el nombre “Ireneo” en griego quiere decir pacífico y pacificador), san Ireneo fue presentado al Papa por los cristianos de la Galia con palabras de grande elogio: “Guardián del testamento de Cristo”. En Roma honró su nombre sugiriendo moderación al Papa Víctor, aconsejándole respetuosamente que no excomulgara a las Iglesias de Asia que no querían celebrar la Pascua en la misma fecha de las otras comunidades cristianas.



Con los mismos fines pacificadores este hombre ponderado insistió a los obispos de las otras comunidades cristianas para que trabajaran por el triunfo de la concordia y de la unidad, sobre todo manteniéndose unidos a la tradición apostólica para combatir el racionalismo gnóstico. De sus escritos nos quedan, efectivamente, Los cinco libros del Adversus hæreses, en los que Ireneo aparece no sólo como el teólogo más equilibrado y penetrante de la Encarnación redentora, sino también como uno de los pastores más completos, más apostólicos y más católicos que hayan servido a la Iglesia. Se nota que sus argumentaciones contra Los herejes, aunque nacieron de la polémica, son fruto de la oración y de la caridad.



Ireneo era oriundo de Asia Menor. Entre sus recuerdos de juventud se encuentra el contacto con Policarpo de Esmirna, el santo obispo “que fue instruido por los testigos oculares de la vida del Verbo”, sobre todo por el apóstol Juan, que había fijado su sede en Esmirna. Ireneo, pues, por medio de Policarpo se une a los Apóstoles. Después de dejar el Asia Menor, pasa a Roma y sigue para Lyon (Francia). No perteneció a la lista de los mártires de Lyon, víctimas de la persecución del 177, porque precisamente en ese tiempo su Iglesia lo había enviado a Roma para presentar al Papa Eleuterio algunos asuntos de orden doctrinal, relacionados sobre todo con el error montanista. Este error se debía a un grupo de fanáticos que habían llegado de Oriente, predicando el disgusto por las cosas del mundo y anunciando el inminente regreso de Cristo. De regreso a Lyon, Ireneo sucedió en el 178 al obispo mártir san Fotino, y gobernó la Iglesia de Lyon hasta su muerte, hacia el año 200. Aunque no está comprobado su martirio, la Iglesia lo venera como mártir.



En todo caso, él fue un auténtico testigo de la fe en un período de dura persecución; su campo de acción fue muy vasto, si se tiene en cuenta que probablemente no había ningún otro obispo en las Galias ni en las tierras limítrofes de Alemania. Su lengua era el griego, pero aprendió las lenguas “bárbaras” para poder evangelizar a esos pueblos.



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Natividad de San Juan Bautista

File:Saint John the Baptist by Titian. Oil on canvas, Museo Nacional del Prado.jpg

Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.

Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.

Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.

Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de Juan Bautista que estaba en la cárcel.

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